Tras un periodo de
crisis económica y social en la Baja Edad Media, concluyendo así esta etapa de
la Historia, con la llegada del siglo XV Europa comienza a tomar conciencia de
la recuperación.
Es el nacimiento del mundo moderno y el ser humano se va a
situar en el centro del mundo (antropocentrismo). Será el centro de la cultura,
el de la economía, el de la ciencia, dando lugar con ello a un nuevo pensamiento
y una corriente cultural denominada Humanismo.
Esta nueva concepción
del mundo rompe con la inmediatamente anterior, que situaba a Dios como centro
del mundo (teocentrismo), y reivindicará la Antigüedad grecorromana.
No
obstante, este nuevo impulso cultural europeo va a suponer una crítica y un estudio
hacia el papel de la Iglesia de Roma, fuertemente desacreditada, por su
posición privilegiada. Esta situación tendrá como consecuencias la revisión de
las doctrinas internas con la llamada Reforma de la Iglesia, por parte de
quienes se ven influenciados por el movimiento humanista, dividiéndola en las
diferentes doctrinas protestantes.
A
su vez, la Iglesia de Roma, ante la radical división de su credo, actuará contra
ese espíritu reformista reforzándose en sus aspectos más importantes, persiguiendo
al hereje y al mismo tiempo se reforma la propia Iglesia. Es la Contrarreforma.
Este
espíritu cambiante se verá reflejado en los diferentes movimientos artísticos
que toman como referente principal a la cultura grecorromana.